Celebremos el aniversario de ‘Ultraviolence’

Editorial: Felipe Useche

Los 2010’s fueron una gran época para el pop. Luego del auge de las superestrellas de principios de milenio, la escena mainstream del pop se encontraba, para algunos, atascada. Los niños y niñas que se habían enamorado de las fantasías adolescentes de Britney y Christina eran ahora adultos, y la explosión de la escena alternativa iba conquistando sus oídos. El pop necesitaba evolucionar.

Y lo logró. De la mano de Robyn, muchas cantantes de pop decidieron renovar el género desde adentro, inspirándose en todo tipo de música e ideas. Así surgió una nueva onda del pop, más complejo y experimental, en personajes como Lorde, Lady Gaga y, por supuesto, Lana del Rey. Su llegada al mundo del pop fue una inspiración para artistas como Taylor Swift. Cuya admiración por Lana puede escucharse en sus últimos trabajos discográficos.

Aunque sea técnicamente su tercer álbum, “Ultraviolence” debe pensarse más como su segundo trabajo discográfico. El disco siguió a Born to Die, el álbum que consagró a Lana del Rey y su imagen de diva nostálgica con oscuras y sofisticadas atmósferas sonoras. Como suele ocurrir, el segundo álbum suele ser una prueba para los artistas exitosos con su debut, cómo si tuvieran que demostrar que el primer álbum no fue una casualidad o un golpe de suerte. Para darle un toque distinto, Lana invitó a otra joya alternativa, el guitarrista y líder de la banda de rock The Black Keys, Dan Auerbach, para co-producirlo con ella. Con Dan, las canciones se llenan de guitarra, sumando muchísimo a la atmósfera del álbum, que a ratos parece un dúo cargado de blues psicodélico y etéreos coros de Lana.

El álbum fue un éxito rotundo: debutó en el número uno en la lista Billboard 200, consolidando aún más a Lana Del Rey como una fuerza importante en la música pop contemporánea. “Ultraviolence” no solo demostró su capacidad para reinventarse, sino que también reafirmó su lugar como una narradora única en el panorama musical moderno.